Guadalajara nunca ha sido mi ciudad favorita (spoiler: no lo será)

Es demasiado conservadora y mocha en sus formas coloniales y sus costumbres viejas, que a veces siento que no me pertenece y yo no le pertenezco.


Es una ciudad hermosa pero también contradictoria.

He tenido encuentros duros aquí.
El acoso en la calle comenzó cuando era casi una niña, y aún de adulta me ha tocado enfrentar momentos de miedo o rabia. Curiosamente jamás he sido asaltada.Pero también he aprendido que la calle me ha dado más cosas buenas que malas.


Cuando en casa no encontraba silencio —mi hogar siempre fue conflictivo y lleno de machismo—, la calle se convirtió en mi espacio para pensar. Yo no quería llegar a mi casa, siempre buscaba el pretexto para estar en la calle.


Entre el bullicio y el tráfico, encontré momentos de verdadera meditación caminando sin rumbo, aprendí a escucharme.

De adolescente me la pasaba en los eventos culturales, cuando todavía no se llenaban, cuando era fácil llegar a cualquier lado sin pasar una hora en el tráfico. (Muy lejos era cuando te tardabas 40 minutos en llegar… En camión).


Ahora todo está saturado: las calles, los conciertos, los parques, los cafés. Pero me gusta pensar que esa efervescencia también significa que la ciudad está despertando, pero también veo que la gente ya solo hace las cosas por moda y por FOMO. Puedes notar que la gente conoce muchos lugares, y aún así no conocen la ciudad.

A veces digo que no me gusta Guadalajara, pero la verdad es que la entiendo y conozco demasiado bien.
Sé dónde están sus sombras, pero también sus luces.


Sé cómo se siente caminar sola de noche y al mismo tiempo sentirme parte de algo más grande, como si la ciudad me conociera y me protegiera en silencio. (Insisto que a pesar del acoso, eso es lo único feo que me ha pasado, pero he estado sola como siempre cada noche y aquí sigo).

He conocido personas increíbles en la calle.


Desde desconocidos que me contaron historias preciosas en el camión hasta artistas que terminaron siendo colegas o amigos.


Ahí he hecho más networking que en cualquier cowork o evento formal.
Ahí he encontrado inspiración, calma y hasta respuestas.

Tal vez no amo Guadalajara, pero la respeto.
Porque me ha dolido, pero también me ha formado.
Y porque, aunque no siempre la elijo, la ciudad me sigue enseñando a encontrar belleza incluso en lo que no entiendo.

Abajo los mochos por cierto.

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