Un día miraré atrás y sabré que todo valió la pena.
Nunca me voy a considerar una persona buena, sino simplemente una persona.
A finales de diciembre de 2024 y los primeros meses de este año, mi cuerpo comenzó a dar señales que no entendía del todo. Me enfermaba constantemente, parecía que cualquier cosa me tumbaba y, aunque me hice todos los estudios médicos posibles, los resultados siempre salían negativos (fui con dermatóloga, alergóloga, médico general, me hicieron más de 13 tipos distintos de exámenes médicos y un largo etcétera)

Lo curioso es que, mientras más buscaba respuestas en lo físico, más claro se hacía que la raíz estaba en otro lugar: en lo emocional.

Mi psicólogo me habló de una rama de la psicología que estudia justamente esa conexión entre nuestras emociones y nuestro sistema inmune (psiconeuroinmunología, les recomiendo leer sobre ello). Y entonces todo tuvo sentido: yo estaba viviendo un bajón emocional que no me permitía recuperarme, aunque alrededor de mí también pasaban cosas buenas.

Durante esos meses me sentí frágil, con poca energía, incluso con miedo de que mi cuerpo no me respondiera. Y sin darme cuenta, también cargaba con la sensación de estar perdiendo pedacitos de mí: se me caía el cabello, la salud parecía escaparse entre los dedos.

Pero el tiempo, la terapia, y sobre todo la decisión de escucharme, empezaron a marcar un cambio. Hoy puedo decir con alegría que llevo cuatro meses sin enfermarme, con mi cabello fuerte, y con una energía renovada. No porque los problemas hayan desaparecido, sino es difícil soltar lo que pesa.

Esta serie de fotografías es un recordatorio de eso: de la fuerza que aparece cuando uno toca fondo, de la vitalidad que vuelve poco a poco, y de la resiliencia que me acompaña incluso en medio de la oscuridad.



Y también noté algo curioso: la resiliencia no siempre es bien recibida. Muchas veces, cuando me recuperaba de un bajón y volvía a sonreír, encontraba miradas de molestia, críticas, o comentarios que me señalaban de ser insensible, fría o de “ir demasiado rápido”. Como si sanar y levantarse pronto fuera algo negativo.

La resiliencia no es insensibilidad, es capacidad de adaptación. No significa que no duela lo que pasa, sino que decidimos no quedarnos a vivir en ese dolor.

Los estudios en psicología muestran que las personas resilientes no ignoran las dificultades, sino que las atraviesan con más recursos emocionales, lo que les permite encontrar antes la luz en medio de la oscuridad.

Ser resiliente no me hace menos humana, al contrario: me recuerda que la vida no se trata de evitar las caídas, sino de descubrir de qué estamos hechas cada vez que nos levantamos.

Estas fotografías son, en esencia, un reflejo de mi resiliencia. No las hice desde la presunción, sino como un recordatorio para mí misma y como una manera de compartir con los demás que la resiliencia no es algo malo. Al contrario: es una herramienta que me ha permitido seguir adelante.

Detrás de estas imágenes no solo hay poses o miradas, sino años de trabajo interno: en mi físico, en mi mente, en mi lado emocional, en lo psicológico y también en lo profesional. Todo lo que soy y lo que voy construyendo se refleja aquí.
Sé que el camino no ha sido perfecto, que he tenido baches y que, como cualquier ser humano, también me equivoco y me encuentro con emociones difíciles. Pero a pesar de todo, elijo salir a brillar.
Y esa es mi promesa conmigo misma: siempre intentar ser alguien mejor, no conformarme con lo que tengo ni con lo que soy hoy, porque sé que crecer, sanar y transformarse es lo que nos mantiene vivos.( Y como decía Pearl: no voy a tener una vida que no merezca)

Probablemente a muchas personas este texto o estas fotos les parezcan presuntuosas, pero no nacen desde ese lugar. Repito que son unn reflejo sincero de años de trabajo constante —físico, emocional y espiritual— que poco a poco empiezan a rendir frutos. Y que quiero recordar por siempre.
Nota: las fotografías son en blanco y negro porque, si se fijan… Así se les dice, pero en realidad están nutridas con largos matices de gris. Así somos las personas, no solo blancas, no solo negras. Somos grises.



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